miércoles, 7 de julio de 2010

De los orígenes del Barrio de Mataderos.

.
.
En 1903 la ciudad de Buenos Aires tenía más de 950.000 habitantes y se habían incorporado inmigrantes por casi 100.000 personas en los dos o tres años anteriores, especialmente italianos y españoles, que venían a nuestra patria a trabajar, a rendir, a hacer producir la tierra, a ayudar a la industria, a tener hijos argentinos, es decir, en definitiva a hacer patria.
.
También llegaron capitales norteamericanos para explotar frigoríficos, lo que permitió el aumento del valor de los animales en un 60% y el frigorífico Campana comenzaba a vender ya los Chilled Beef a Inglaterra. ,,...,,,,, FOTO COLOREADA - AÑO 1901, EN SU INAUGURACIÓN
.
Funcionando las actividades del matadero con normalidad, el Mercado Nacional de Haciendas que comenzara a actuar con la inauguración oficial del 1º de mayo de 1901, tenía como función, regular los precios, comprar y vender a exportadores y su misión ha consistido en entender en la concentración de ganado en pie, para posibilitar las transacciones comerciales, ejerciendo el poder de policía que le compete al Estado.
.
Básicamente sus funciones son: Fiscalizar las operaciones; realizar la inscripción de las firmas consignatarias, matarifes, abastecedores y empresas frigoríficas que operan en su recinto; certificar el peso de las haciendas y el registro de todo lo relacionado a la compra-venta, orientar la comercialización, etc.
.
El Mercado Nacional de Haciendas es un eje descentralizado, dependiente de la Secretaría de Agricultura y Ganadería, dirigido por una comisión administradora.
.
Copiamos un artículo de un diario vespertino del 2 de marzo de 1979: ---“Sus instalaciones fueron mejorando paulatinamente y ahora que está por desaparecer podemos hablar de sus instalaciones; 40 muelles, con 350 corrales para la descarga de los animales que llegan en las llamadas “jaulas”; 14 muelles con 102 corrales para la hacienda que llega por ferrocarril; 10 kilómetros de pasarelas conducen por encima de corrales y oficinas y mangas, dispuestas de tal modo que permiten realizar operaciones diarias que ascienden, a la entrada o salida, de alrededor de 20.000 vacunos y 8.000 porcinos; el sistema de pesaje con balanzas electrónicas diseñadas y producidas especialmente en el país, para nuestra modalidad operativa y el esquema operativo adoptado, dan a las subastas un ritmo muy ágil: 4 horas para cerrar las operaciones de compra-venta, pesaje y entrega de las haciendas.
La familia del Mercado la forman unas 4.000 personas distribuidas aproximadamente en: personal de transporte de carga y desplazamiento de tropas; vendedores, compradores y empleados de más de 130 firmas consignatarias y 33 frigoríficos; bancos, funcionarios de organismos ministeriales, periodistas especializados; a los que deben sumarse unas 550 personas que pertenecen al personal del Mercado Nacional de Haciendas.”
.
Someramente, los distintos pasos de una operación tipo, son los siguientes:
.
1) Cuando la tropa llega para su venta, el personal especializado cuenta el número.
.
2) Con la conformidad del transportista, se confecciona un Boletín de Descarga, consignando los datos de la Guía de Campaña que viene con la hacienda.
.
3) Estos detalles son verificados por otros técnicos revisores de marcas y señales.
.
4) Las haciendas son embretadas en los corrales facilitados a los consignatarios.
.
5) Se procede a la subasta propiamente dicha.
.
6) Los animales son pesados en algunas de las 44 enormes básculas automáticas.
.
7) Se expide la boleta de pesaje consignando todo tipo de animales, peso, consignatario, remitente, firma adquirente y número de guía.
.
8) La hacienda ya está vendida, corresponde pintar los animales con un número de matrícula adjudicado por el mercado.
.
9) Llega el momento del retiro de las tropas adquiridas por matarifes y frigoríficos.
.
10) La División Documentación y Certificaciones confecciona la Guía de Extracción, documento que avala la identidad del comprador, tipo de animales comprados y número de cabezas.
.
Volviendo a los primeros años del siglo, debe decirse que los animales hasta usarse el ferrocarril, venían de a pié desde la Provincia de Buenos Aires, traídos por reseros, capataces o encargados de tropa.
.
Llegada la hacienda desde las estancias, vendida a los consignatarios, estos la recibían en sus corrales y la vendían al mejor postor.
Sábese que el primer rematador fue Don Nicolás Calvo, quien admitía compras verbales y nunca nadie le falló, porque otra característica de los habitantes del barrio y trabajadores del Mercado, era el cumplimiento de la palabra empeñada, cuyo valor era muy superior a cualquier documento firmado.
Una vez rematada la hacienda, a tanto de peso vivo, los compradores (exportadores, matarifes, etc.) mataban en el mismo matadero o en mataderos particulares; se mataba en la playa al efecto: pasaba del corral a la playa, de la playa al yugo, donde se la desnucaba con un golpe de maza y luego se la degollaba, cayendo al suelo la sangre.
.
ASISTENCIA DE PUBLICO A LA MATANZA
.
En los primeros años, continuando la costumbre de los Corrales Viejos, asistía público para ver cómo se mataba; ello dio lugar a escenas que algunos aún recuerdan, como la creencia de que algunas enfermedades se curaban encerrando al niño en el vientre vacío de la vaca.
.
En las zonas cercanas y lejanas del barrio, no había tanta abundancia de alimentos, familias que residían en el centro, en Flores y en otros barrios sentían la falta de proteínas que se traducía visiblemente en su aspecto físico; niñas bien vestidas, pertenecientes a familias de renombre o de apellidos ilustres, mostraban impresionantes ojeras, pómulos salientes, una flaccidez que llamaba la atención, mientras que, tapándose la boca con un pañuelo de seda, trataban de disimular una persistente tos reveladora de una incipiente tuberculosis.
.
Madres envueltas en vestidos y tapados de buena ropa, llevaban consigo en brazos, bien arropados, a niños de muy corta edad que lastimeramente traducían alguna dolencia que merecía ser tratada.
.
Hombres bien trajeados, con sombreros de fieltro, algunos de copa, apoyados en un bastón, sufrían la falta de una normal circulación sanguínea y mujeres maduras y ancianas, tenían envueltos en trapos sus manos y brazos, escondiendo un deformante reumatismo.
.
Los trabajadores del establecimiento al verlos llegar, los miraban con lástima; en nuestro barrio, se nacía, se crecía, se vivía sanos y fuertes, la abundancia del alimento estaba al alcance de todos y las proteínas de la carne, las vitaminas de las frutas, los minerales de los vegetales, les daban aquel aspecto de atletas y luchadores envidiables.
.
Mientras miraban como se mataba una vaca, preparaban una copa alta, y con la mano tendida, con la mirada esperanzada, obtenían la sangre caliente del animal degollado. Llenada la copa, que la recibían de algunos de los muchos chicos –hijos o conocidos de los matarifes- con una cucharita larga, la “batían”, retirando la espuma y luego dándose vuelta para no ser mirados, se bebían en uno o dos sorbos el contenido. Se limpiaban los labios con un pañuelo que luego tiraban, para volver al día siguiente siempre con la esperanza de que su tos, su tisis, su tuberculosis, se frenara, se curara, desapareciera.
.
Según cuentan, un famoso folklorista, don Zacarías Monteiro, manifestó que por curiosidad, él también había bebido una copa de sangre en los Corrales Viejos y al preguntarle si era repugnante contestó –Pues mire, si Ud. se la toma despacio y cierra los ojos, tiene un gusto mas o menos parecido a leche recién ordeñada.-
.
Desangrado el animal, se lo abría, se le quitaban la achuras, que se colocaban en grandes recipientes y aparecían los “extranjeros” como se les decía a los que concurrían para aliviar sus males físicos, para obtener una cura a sus reumas, a sus dolores de huesos; resultaba sumamente triste ver como solicitaban “por favor” colocar su miembro afectado en el vientre de la vaca o en los tachos, retirándolo luego de algunos minutos con el momentáneo alivio que produce cualquier calor, que para ello era una especied e milagro, que hacían repetir al día siguiente y otro día, hasta que algunos se creían curados y otros se cansaban de hacer un largo trayecto desde el centro a los mataderos y seguir doloridos igualmente.
.
Lo más triste, era ver como las madres ante el llanto de sus pequeños hijos los colocaban directamente en el vientre vacío del animal para recibir una especie de “baño de calor”; allí los chicos gritaban más aún, ante el asombro, el silencio, la angustia de los trabajadores que no llegaban a entender cómo esas criaturas, tan bien arropadas, se hallaban enfermas, cuando sus propios hijos, descalzos, apenas vestidos, corrían por las playas de matanza, ensuciaban sus pies entre un verdadero “arroyo de sangre” formado por la que, a pesar de las decenas de copas que se entregaban a aquellos “Extranjeros”, formaban un curso que llegaba a juntarse con el Cildañez.
.
Signo de una época; época que se iniciara desde muchos años atrás, pues sucedía en los mataderos de Parque de los Patricios y también se comentaba allí que a su vez esa “costumbre” se había iniciado quizás en el primer matadero que existió en el centro actual de ésta ciudad, pero que tomó auge especialmente en la Convalecencia, a partir de la década de 1850; antes no, de otro modo Estebán Echeverría la hubiera descrito en su obra El matadero.
.
Oportunamente se prohibió terminantemente la presencia de espectadores en la matanza; ahora se desensibiliza al animal, se lo mata sin hacerlo sufrir, se le abre, se le quitan las achuras, se le desolla y luego va a la sierra y finalmente al baño y después a la balanza; se separa en reses y el matarife o los compradores proveen la carne a los negocios encargados de la venta.
.
La vida continuaba en nuestro barrio con normalidad, pero con un constante engrandecimiento del área geográfica habitada; las casitas se construían, los negocios se instalaban, las familias crecían y aparecían toda clase de vivencias propias de la época y de la idiosincrasia de la población.
.
.
.
.
MATADEOS, mi barrio. (2da. Edición)
Ofelio Vecchio
Editora “Nueva Lugano” – Buenos Aires 1981.
.
.
.
==========================================================